Entonces, si los coches no necesitaban filtros de habitáculo en los años 80 y 90, ¿por qué empezaron a incorporarlos de repente en 2000? Se debe a la demanda de los consumidores de un aire más limpio mientras viajan por carretera. Sin filtro de aire, el aire fresco que entraba en el habitáculo traía consigo mucho polvo, polen, smog y mucho más. Conducir a través de una nube de humo o del polvo desprendido por un camión de grava delante de ti significaba cambiar los controles de aire a recirculación lo más rápido posible o lidiar con las consecuencias dentro de la cabina.

La introducción de un filtro en la entrada principal de aire fresco del habitáculo de cada modelo resolvió el problema de la calidad del aire al atrapar las partículas entrantes. Pero como con cualquier otro filtro, todo ese polvo y polen se acumula con bastante rapidez. Un filtro de habitáculo obstruido no reduce el rendimiento del motor ni degrada el aceite, pero deja el interior más sucio de lo necesario. También reduce el aire que fluye a través de ella desde el acondicionador de aire, lo que resulta en una refrigeración reducida que no se puede arreglar con una recarga de refrigerante.